Simon el desmemoriado
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___Cuando era joven me preciaba de mi excelente memoria. Podía recordar párrafos enteros de autores que amaba y solía sorprender a mis alumnos citando ediciones antiguas y páginas precisas sin consultar mis notas. También podía evocar con facilidad escenas y diálogos exactos de mis películas preferidas. Hoy en día soy incapaz de recordar incluso mis propios textos. Lo digo completamente en serio. A veces me doy cuenta de que mis lectores conocen mi obra mucho mejor que yo. A mí los personajes y las tramas se me confunden, no sé en qué novela aparece fulano de tal y cuando voy a buscar algún episodio no tengo ni idea en qué libro puedo encontrarlo.
___Todo empezó hace unos años cuando me di cuenta de que los rostros de las personas se me cruzaban, se amalgamaban, se confundían en una masa informe sin nombre ni apellido. Me encontraba a un individuo que me saludaba en un supermercado y me decía con una sonrisa de lado a lado:
___– ¡Viejo, qué alegría volver a verte!
___Sobra decir que yo no tenía ni idea con quién estaba hablando. No sabía si era un compañero de trabajo, un antiguo colega de la universidad o un vecino de alguno de los apartamentos en los que había vivido.
___Lo mismo me ocurría en conferencias y presentaciones de libros. De repente, de la fila de lectores aparecía una mujer que se lanzaba a abrazarme y me decía con auténtica alegría:
___– ¡Muchos saludos de Armando! No pudo venir porque está de viaje, como siempre. Ya sabes cómo es.
___Y mi cara de estupefacción escondía también cierta dosis de terror, pues no sabía si habíamos sido amigos, cuñados o si era una de las tantas profesoras con las que he promovido la lectura a lo largo de los años. Muchas veces pensé en escribir el doble invertido del cuento de Borges, Funes el memorioso: Simón el desmemoriado.
___En el último tiempo la situación se ha agravado. He llegado al punto de entrar a la cocina y preguntarme: ¿qué diablos hago aquí? ¿A qué vine? O de entrar a un almacén y no tener ni idea si estoy ahí para comprar zapatos, ropa o crema dental. Parezco un viajero amnésico extraviado en un continente lejano. Olvido las llaves, la billetera, el celular, la cédula, las chaquetas, todo.
___Pero el problema mayor surgió cuando llegó la pandemia de Covid-19. Me contagié dos veces (con los correspondientes exámenes positivos) y entonces descubrí que la enfermedad me había dejado unas secuelas que dan miedo: lo que algunos psiquiatras han llamado Brain Fog: Niebla Mental. Es como si me hubieran borrado del cerebro gran parte de la información. Es aterrador pensar que hay momentos de mi vida que ya no existen, que desaparecieron, que se hicieron humo: paisajes, ciudades, hoteles, viajes. Y, sobre todo, libros, relatos, poemas, crónicas que me iluminaron la vida y que, muy seguramente, me hicieron mejor persona.
___He llegado al extremo de estar viendo una película y, dos horas después, cuando se va a terminar, recordar el final y descubrir con verdadero horror que ya la había visto.
___El otro día pasé por mi antiguo barrio y decidí caminar un rato por los viejos lugares donde había transcurrido mi infancia y mi adolescencia. Esas calles que están narradas al comienzo de Relato de un asesino. De pronto me tropecé a un anciano que me saludó con inmensa alegría. Era un tipo flaco, de un metro con ochenta centímetros, calvo y con lentes gruesos, que me dijo con una sonrisa franca:
___– He leído algunos de tus libros. Por eso te reconocí.
___Le di las gracias y él volvió a hablarme con entusiasmo:
___– ¿Supiste que el caño se desbordó en ese último invierno en el que media ciudad se inundó?
___Asentí porque había visto las imágenes en las noticias, pero seguía sin saber con quién estaba hablando. El hombre lo intuyó y entonces me preguntó abiertamente:
___– No me recuerdas, ¿verdad?
___Con enorme tristeza negué con la cabeza. Él, muy desilusionado, me dijo desaprobando mi actitud:
___– Qué lástima que hayas olvidado a tus amigos de infancia.
___Y se fue sin despedirse. Yo me quedé con la sensación de estar extraviado en un mundo sin tiempo, un mundo de sombras y fantasmas que a veces me visitan y a veces desaparecen en medio de unas tinieblas espesas que me asedian sin tregua.