Portada película "El padrino"
___Sufro de una pasión desmesurada por la película icónica de Francis Ford Coppola, El Padrino, considerada por muchos críticos como la mejor de la historia. Me encanta no solo el mundo que retrata y las pasiones que analiza con verdadera maestría, sino toda la historia que está detrás del rodaje.
___Me volví un fanático de El Padrino cuando empecé a leer la novela muy joven. Recuerdo esa vieja edición del Círculo de Lectores con la cual andaba de arriba para abajo por toda la casa. Revisaba escenas, releía apartados, tomaba notas y me sorprendía de la fluidez narrativa de su autor, Mario Puzo. Unos años después, cuando era ya estudiante de literatura, me parecía increíble que ningún profesor hiciera alusión a ese libro a lo largo de la carrera. Las poses de la academia a veces evidencian una profunda ignorancia.
___Cuando vi la película por primera vez tenía miedo de que no me gustara debido a mi pasión por el libro. Y la sorpresa fue mayúscula: las actuaciones de Marlon Brando y de Al Pacino me deslumbraron, los episodios en Sicilia me conmovieron y las dinámicas de la familia Corleone me convirtieron en un seguidor ferviente de la película también.
___Por eso disfruté tanto la serie de televisión La Oferta, en la cual se cuenta con precisión el detrás de bambalinas de ese rodaje legendario. Una escena memorable, por ejemplo, es cuando Puzo se encuentra pasando por una crisis creativa escribiendo el guion y de repente llega Coppola a salvarlo. Lo encuentra flotando en la piscina de una casa lujosa y le pregunta:
___– ¿Qué diablos haces ahí?
___– No puedo escribir, lo siento -le responde Puzo con cierto descaro-. Tengo en bloqueo creativo.
___Como buenos italianos, esa noche deciden prepararse una buena pasta y, cuando Coppola está condimentando una salsa boloñesa, dice sonriendo:
___– Deberíamos poner esta escena en la película.
___– ¿Unos mafiosos cocinando juntos? -pregunta Puzo con los ojos bien abiertos.
___– No, una familia italiana de inmigrantes que se reúne para cocinar.
___La epifanía es inmediata. Puzo se sienta en la máquina de escribir y empiezan enseguida a trabajar juntos en el guion. La escena en la película es maravillosa: Peter Clemenza le da instrucciones a Michael de cuáles son los secretos de una buena salsa boloñesa.
___Hay otro pasaje inolvidable: cuando le anuncian a Coppola que el actor que iba a hacer el papel de Luca Brassi (el sicario más duro de la familia Corleone) murió de un infarto y no hay nadie que lo reemplace. Entonces Coppola decide hablar con los mafiosos de verdad del barrio donde estaban rodando y ellos le envían a un tipo enorme, un gigante, un matón profesional: Lenny Montana. ¡Es el tipo que uno ve en la película! ¡Increíble! Y esa es la razón por la cual nunca volvió a aparecer en otro filme, porque no era un actor, sino un asesino de verdad.
___Y, finalmente, quisiera recordar aquí el momento en el que los mafiosos de Nueva York le exigen a Al Ruddy, el productor de la película, que haga una función especial solo para ellos antes del estreno oficial. Él alquila un pequeño teatro y se presenta esa noche muy nervioso y asustado. Uno de los jefes le advierte a la entrada:
___– Sabes bien que si nos traicionaste no saldrás vivo de esta sala.
___Y en la medida en que la película avanza, Ruddy va viendo cómo los mafiosos se emocionan y se van compenetrando con los personajes hasta el punto de gritar y comentar en voz alta sus emociones. Al final, esos matones y hombres duros de los bajos fondos de la ciudad están llorando conmovidos frente a la pantalla. La película se termina y los tipos se ponen de pie y aplauden a Ruddy mientras se secan las lágrimas. Es un momento único en la historia del cine: es el triunfo del arte sobre la violencia y la muerte.