Analogía proceso dental
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___Voy a escribir sobre un tema aparentemente anodino e intrascendente que para mí tiene un significado traumático y que me ha dejado unas secuelas imborrables. Esta no es una columna para valientes, sino para seres frágiles y cobardes como yo.
___Recuerdo desde siempre la cita a la odontología como una auténtica tortura medieval. Unos días antes empiezo a sufrir de insomnio, la vida me parece un horror y una ligera depresión me ensucia la cotidianidad de mala manera. No veo nada positivo: el clima es espantoso, el país va de mal en peor y el fin del mundo se avecina sin remedio. La odontología me obliga a ver todo en negativo.
___Hace poco tuve que volver a un consultorio odontológico y no podía creer que todavía existiera la fresa, ese instrumento de dolor que parece diseñado para que uno confiese alguna información clave en el potro de tormento. No puede ser que exista ese aparato cuando hoy en día tenemos naves que han cruzado ya los límites del sistema solar. Qué atraso. Tenemos ya internet e inteligencia artificial, y aún existe ese aparato diabólico con su ruido agudo que le recuerda a uno que le están taladrando, literalmente, los huesos.
___En los consultorios de mediados del siglo pasado había un jovencito con buen estado físico que pedaleaba en una especie de bicicleta para que el dentista pudiera utilizar su fresa rudimentaria. Lo único que ha cambiado es que ya no existe el atleta sudando. El resto es exactamente igual.
___A mí me tienen que poner anestesia para ponerme anestesia. Me untan una anestesia tópica en la encía para después poder pincharme. Y la escena parece sacada de una película de terror: el dentista con el brazo levantado acercándose con una aguja gigante que le van a clavar a uno en una de las zonas más sensibles del cuerpo. No sé cómo no pegamos un salto y salimos corriendo de ese antro de horror. Eso sería lo más inteligente.
___En esta ocasión tenían que sacarme una muela y mi cara de asombro era de película de horror cuando me di cuenta de que la manera de hacerlo es presionando la muela con unos alicates y pulseando de lado a lado hasta romperla. El dentista muñequea con fuerza hasta que se oye y se siente el “crack” de la muela rota. ¡De no creer! ¡Qué cosa tan primitiva! Así se sacaban las muelas nuestros tatarabuelos. En este sentido, la ciencia no ha avanzado un ápice. ¿Dónde están todos los creativos y los aficionados a la robótica y demás? ¿A nadie se le ha ocurrido inventar un aparato moderno que permita la extracción de un modo más civilizado?
___En ese momento recordé un cuento de García Márquez de un militar que llega a la dentistería con la cara inflamada por un dolor de muela intenso y el dentista le dice que la muela está perdida y que hay que sacarla sin anestesia. El tipo asiente y el narrador nos cuenta que ambos hombres son enemigos políticos. Y en el momento de prensar la muela con las pinzas, mientras muñequea con fuerza y dos lágrimas escurren por las mejillas del militar, el dentista le dice:
___– Aquí nos paga veinte muertos, teniente.
___Así me sentí ese día, como si me estuvieran cobrando alguna atrocidad que yo hubiera cometido en el pasado. La sangre me inundaba la boca y yo sentía que me iba a desmayar.
___Como tuve que ponerme un implante dental, entonces después introdujeron un taladro hasta el maxilar y metieron en el agujero un tornillo. No me oriné en los pantalones de puro milagro.
___Un día me vengaré de todos los odontólogos que me han torturado a lo largo de la vida: crearé un personaje que solo persigue dentistas, los vigila durante días, los secuestra, los tortura en una bodega con una serie de instrumentos metálicos y puntiagudos, y después los desaparece en un tanque lleno de ácido sulfúrico.
___Y espero que ese texto me libere un poco de tantos traumas que me han dejado esos fulanos y fulanas de sonrisas sospechosas que en realidad son psicópatas y sádicos profesionales.
